El congresista de Nueva York Peter King llamó "pervertido" a Michael Jackson y la opinión pública le cayó estrepitosamente encima. Y está bien. En cierta forma, el sentido de oportunidad del republicano conservador merecía el gancho derecho de los que han salido a condenarlo.
Sin embargo, algo me dice que muchos no habrían estado tan en desacuerdo con King hace unos meses, menos hace tres años cuando los estragos del juicio por pedofilia al rey del pop todavía estaban frescos.
A título personal, Michael Jackson generaba en mí el mismo sentimiento ambivalente de esos amigos que parecen esforzarse en colmarle la paciencia a la gente que los quiere. Y creo que muchos se sentían igual. Una canción podía hacernos olvidar sus desbandes, pero de inmediato veíamos al ídolo llegando tarde a su cita con el juez, o al pequeño Blanket colgando de un balcón. Y entonces el corazón de los fans se hacía un nudo de nuevo. Michael Jackson fue un Maradona triste.
"I'm done with Michael!", decía Chris Rock en una de sus rutinas como comediante. Y es lógico: el Moonwalker era un hombre impredecible. Montado en un escenario era todo lo que uno espera de un "rey del pop". Pero lejos de éste, como Willy Wonka, reclamaba su derecho a vivir en un extraño mundo paralelo, a poner al día al niño que en lugar de trepar árboles y encestar balones, vivía en hoteles, aviones y bajo la luz incisiva de los flashes.
Adiós al rey de la tragedia
12:06 AM
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