
Algunos lo celebraban, otros reían, pero también había gente preocupada con la situación.
Particularmente pienso que las diferencias no pueden llegar a esos extremos de provocar daños y perjuicios a los bienes de los productores de un programa, independientemente de las polémicas y los conflictos que se hayan generado en su entorno.
Ningún comunicador debe celebrar atentados, sabotajes y agresiones contra otro, porque con ello se incurriría en la peligrosa practica de afilar cuchillo para su propia garganta.
Existen otras vías, civilizadas, para dirimir quejas y conflictos.
El mensaje que se deriva de esos hechos debería también alertar a los productores del controversial programa, pues algunos ven esos hechos como un aviso de cosas que pueden ser peores.
Y aunque talvez la intención haya sido solo la de molestar o intimidar, no deja de plantear ello la necesidad de un alerta, ”por si acaso”, en un país como el nuestro, donde nada está escrito y todo puede suceder.
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