Pusieron el dedo en la llaga con tanta espera, pero el sabor de la “sangre” gustó. A las 12:45 de la medianoche del jueves, el bajo de Guns N’ Roses anunció que por fin esta banda bañaría con el metal de su música al público que llenó el coliseo Roberto Clemente, en Hato Rey.
Torbellinos rojos en tres pantallas gigantes y un recurrente despliegue de pirotecnia y luces escarlata encuadraron al vocalista Axl Rose y sus músicos, mientras sus seguidores permanecían en un aparente estado de perplejidad, sonriendo, pero quietos.
Esa parálisis, sin embargo, fue breve, pues de inmediato la audiencia abonó a la euforia con gritos y brincos. Aunque la voz de Axl se sentía un poco ronca en comparación con conciertos del pasado, el cantante aprovechó el eco del que se apoyó con los micrófonos para traducir en gestos la ira de las letras de sus canciones, brincando en la pierna izquierda y poniendo saliva en sus dedos constantemente.
De esa manera, sus seguidores no se defraudaron, según constató este diario en los primeros 45 minutos del show. De las melodías que le robaron el spot al vocalista fueron responsables los guitarristas Ron “Bumblefoot” Thal, DJ Ashba y Richard Fortus; el bajista Tommy Stinson; el baterista Frank Ferrer y los tecladistas Dizzy Reed y Chris Pitman.
Es que los fanáticos ya sabían que el repertorio sería casi el mismo que en otras ocasiones, y que en otros países latinoamericanos Guns N’ Roses había llegado hasta con seis horas de retraso, según Primera Hora constató en una encuesta informal a cerca de dos decenas de seguidores.
Puya y Sebastian Bach mantienen la calmaEl grupo puertorriqueño Puya logró calmar momentáneamente el hambre rockero.
A las 9:43 de la noche, Sergio Curbelo (voz), Eduardo Paniagua (batería), Ramón Ortiz (guitarra) y Harold Hopkins (bajo) convocaron la euforia de una audiencia informada sobre los retrasos y eventualidades de los shows previos de Axl Rose y su banda.
“Somos todos de diferentes colores, pero somos todos humanos, somos uno mismo”, dijo Sergio Curbelo antes de interpretar junto con sus compañeros People, la cuarta de su presentación.
Ésta empezó con los ritmos autóctonos de su nuevo disco, Areyto, en los temas No hay mal que por bien no venga y el que da título a la producción. Numbed, Salpafuera y otros números completaron su oferta, mucho más amplia que la de unos simples teloneros.
El maquillaje taíno y otros elementos lograron originalidad en la intervención de Puya, un conjunto bastante respetado por los seguidores del rock, a juzgar por las reacciones de los presentes.
La expectativa por Guns N’ Roses, no obstante, era un hecho antes de que entrara en escena Sebastian Bach y su grupo a las 10:30 de la noche.
Torbellinos rojos en tres pantallas gigantes y un recurrente despliegue de pirotecnia y luces escarlata encuadraron al vocalista Axl Rose y sus músicos, mientras sus seguidores permanecían en un aparente estado de perplejidad, sonriendo, pero quietos.
Esa parálisis, sin embargo, fue breve, pues de inmediato la audiencia abonó a la euforia con gritos y brincos. Aunque la voz de Axl se sentía un poco ronca en comparación con conciertos del pasado, el cantante aprovechó el eco del que se apoyó con los micrófonos para traducir en gestos la ira de las letras de sus canciones, brincando en la pierna izquierda y poniendo saliva en sus dedos constantemente.
De esa manera, sus seguidores no se defraudaron, según constató este diario en los primeros 45 minutos del show. De las melodías que le robaron el spot al vocalista fueron responsables los guitarristas Ron “Bumblefoot” Thal, DJ Ashba y Richard Fortus; el bajista Tommy Stinson; el baterista Frank Ferrer y los tecladistas Dizzy Reed y Chris Pitman.
Es que los fanáticos ya sabían que el repertorio sería casi el mismo que en otras ocasiones, y que en otros países latinoamericanos Guns N’ Roses había llegado hasta con seis horas de retraso, según Primera Hora constató en una encuesta informal a cerca de dos decenas de seguidores.
Puya y Sebastian Bach mantienen la calmaEl grupo puertorriqueño Puya logró calmar momentáneamente el hambre rockero.
A las 9:43 de la noche, Sergio Curbelo (voz), Eduardo Paniagua (batería), Ramón Ortiz (guitarra) y Harold Hopkins (bajo) convocaron la euforia de una audiencia informada sobre los retrasos y eventualidades de los shows previos de Axl Rose y su banda.
“Somos todos de diferentes colores, pero somos todos humanos, somos uno mismo”, dijo Sergio Curbelo antes de interpretar junto con sus compañeros People, la cuarta de su presentación.
Ésta empezó con los ritmos autóctonos de su nuevo disco, Areyto, en los temas No hay mal que por bien no venga y el que da título a la producción. Numbed, Salpafuera y otros números completaron su oferta, mucho más amplia que la de unos simples teloneros.
El maquillaje taíno y otros elementos lograron originalidad en la intervención de Puya, un conjunto bastante respetado por los seguidores del rock, a juzgar por las reacciones de los presentes.
La expectativa por Guns N’ Roses, no obstante, era un hecho antes de que entrara en escena Sebastian Bach y su grupo a las 10:30 de la noche.
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